REFLEXIÓN MUSICAL SOBRE CAMBIOS EN LA ESCUCHA EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Por Juan Esteban Giraldo

Una reflexión musical, teniendo como perspectiva el nuevo territorio de confinamiento que surgió abruptamente en tiempos de pandemia, es notar que el espacio acústico que conocíamos (ancho, alto, profundidad e intensidad) se ha trasladado forzosamente a un espacio de solo dos dimensiones: el estéreo. Además, un espacio estéreo diminuto si atendemos al hecho de que la música en el hogar suele cada vez más, escucharse con audífonos.

Recordando un texto de 1988, el Tratado de los Objetos Musicales de Pierre Schaffer, encontramos algo que adquiere una gran relevancia en nuestros días. Sucede que antes de la pandemia, éramos oyentes directos con posibilidad de pasar a ser oyentes indirectos. Hay que señalar las profundas diferencias entre ambos. El directo está presente en el fenómeno sonoro, lo escucha con sus dos oídos en el recinto acústico original, en el instante en que el fenómeno se produce y mientras su audición va acompañada de su visión. En cambio el indirecto escucha también con sus dos oídos, pero a partir del punto sonoro del parlante o audífonos, en un recinto diferente, lejos del instante, de las circunstancias y el lugar donde se produce el fenómeno original. No recibe la ayuda del espectáculo, ni de ninguna otra manifestación directa del entorno.

¿Hemos podido siquiera, en medio de los afanes de supervivencia a los que nos enfrentamos, notar esta otra sutil pero grave sentencia en la que sin darnos cuenta hemos quedado atrapados en el campo del oyente indirecto? No sabemos cuándo la humanidad podrá volver a escuchar un concierto en las condiciones de cuando aquel oído era feliz sin saberlo. No queda otro camino: los sueños sonoros, por ahora, quedan confinados a los diminutos botones que se suspenden en nuestros oídos.

Sin duda, es una pérdida impactante. Pero procuremos avanzar. ¿Es en realidad tan negativo este confinamiento sonoro? Quizá deberíamos también señalar las bondades de ser oyentes indirectos y de los artefactos alrededor de éste que alteran nuestra percepción musical para hacerla aún más potente. Continuando con Schaffer, en una grabación escuchamos multitud de cosas que no se oyen directamente, a diferencia del oyente directo, que se ve obligado a filtrar y seleccionar entre todos los estímulos, para poder decodificar. Gracias a los parlantes podemos escuchar el sonido más grande de lo que por naturaleza es. Podemos recortar en el campo auditivo un sector privilegiado y encuadrarlo para fijar nuestra atención en él. Desde hace décadas, esta nuevas posibilidades transformó nuestra percepción sobre lo que escuchamos y de lado de quienes producimos música, nuestra capacidad de elaborarla.
UN ÚNICO LUGAR DISPONIBLE

Por Juan Esteban Giraldo

El mundo cambió radicalmente en el lapso de 3 semanas. Hemos sentido con escalofrío la entrada definitiva a la cuarta revolución industria. En estos nuevos años 20s el verdadero rostro del siglo XXI se reveló en seco con una mueca terrible. Hemos perdido innumerables vidas a causa de un virus. Nuestras libertades de movimiento y toda confianza sobre el futuro nos fue arrebatada. No sabemos aún cómo sobreviviremos con nuestros oficios tal como los concebíamos. Se ha abierto, como una grieta en la tierra, la era de lo impensable.
Los escenarios del mundo, los estadios, los teatros, las galerías están sumidas ahora en la más profunda de las soledades metropolitanas. Por ahora, y sin saber por cuánto tiempo, ya no existen. El duelo que estamos comenzando a sobrellevar incluye las vidas perdidas (y las que se perderán), pero también estamos de duelo por nuestra identidad, por nuestra forma de hacer las cosas.
En medio de la zozobra un único escenario, un único lugar disponible se ha impuesto a todos por igual: algunos lo nombran como cuatro paredes, para otros, una casa, los más afortunados, un hogar. Sin que pudiéramos si quiera reaccionar sobre lo que significa quedar confinados en la unidad mínima de la sociedad, ha recaído sobre ella, como un relámpago, todos los atributos de los espacios sociales: el trabajo, el entretenimiento, la cotidianidad. Allí ha quedado brutalmente condensada todo aquello que llamábamos vida social, vida productiva y vida de ocio.
Sin embargo, hay otro lado de la historia. Una alegría no humana celebra sin que podamos presenciarlo. Como en un mundo invertido, la fauna y flora se desplaza libremente por el planeta. La capa de ozono se recompone, los animales salvajes atraviesan las junglas citadinas, los delfines juegan a la orilla del mar. Un virus logró lo que los acuerdos de París no, un equilibrio a la fuerza entre ambas naturalezas.
El mundo parecía estar preparándose para un gran estallido, una gran revolución. Justo cuando la tierra había alcanzado un grado máximo de irritación, de aceleración económica frenética y sin concesiones, justo cuando las calles se estaban comenzando a inundar de protestas y movimientos civiles cargadas de rabia y sentimientos de injusticia, sucedió lo impensable: Implotamos. En una dramática desaceleración de la tensión global, nos hemos comprimido como un objeto hueco por el exceso de presión exterior de un… Microorganismo.
EL HOGAR COMO OBJETO DE ARTE

Por Juan Esteban Giraldo Villegas

Ante este panorama, ¿qué nuevos problemas aparecen para los artistas? En un mundo donde quedamos reducidos a un solo espacio físico como trinchera de supervivencia, la costumbre de habitarlo ininterrumpidamente con los mismos círculos de pensamiento, pueden generar el peligro de oleadas de fatiga crónica, aburrimiento maligno, aislamiento existencial y pérdida de sentido de vida.
Consideramos que un nuevo (y a la vez antiguo) problema se configura en este contexto: ¿Cómo pueden las prácticas artísticas entonces, impregnar estos espacios atrincherados y excesivamente transitados con nuevas cargas de significado y emoción? ¿Cómo podríamos impactar la percepción de encierro para transformarla en actos de liberación mental? ¿Bajo que nuevas formas podemos acercarnos a la imaginación del otro, una vez desiertos los teatros, las galerías y los estadios?
Y a pesar de que los artistas somos uno de los eslabones más débiles de esta cadena de desastres, sobre quienes cayó el primer no (no harás más exposiciones, más conciertos, más obras de teatro), y ante quienes la angustia por la supervivencia en bruto arrastra al más alto grado de vulnerabilidad, en algún momento, bajo las circunstancias que sean, deberemos asumir la pregunta en cuestión, pero en sentido inverso: no se trata de qué tan importante es la figura del artista en tiempos de pandemia, sino cómo el artista hace que nos importe este nuevo mundo, un mundo que necesita ser reencantado y colonizado por ojos que la miren con belleza. Si bien es lícito y urgente nuestro grito de ayuda colectivo, se impone con vigor, hoy más que nunca, nuestra tarea esencial: llenar de vida la imaginación humana.